El 1 de octubre de 1872 el representante argentino en Chile, Félix Frías, con la intención de superar la cuestión planteada a partir de la toma de posesión del Estrecho de Magallanes por Chile en 1843, elevó una nota al gobierno de Santiago, en la persona del ministro de Relaciones Exteriores Adolfo Ibáñez Gutiérrez, una propuesta de delimitación en la zona del estrecho.
En esa nota Frías elaboraba la línea divisoria tomando “como punto de partida de la línea divisoria en el Estrecho de Magallanes, la bahía Peckett, desde la cual correría en dirección al Oeste hasta tocar con la Cordillera de los Andes”. Frías señalaba que “de esta manera Chile tendría la propiedad de toda la península de Brunswick en que está situada la colonia de Punta Arenas, y en la que hallaría todos los elementos necesarios para su desenvolvimiento”. El representante argentino hacía notar a Ibáñez Gutiérrez que “fijando V.E. la vista en la carta del Estrecho observará que Chile posee ya más de la mitad del territorio que lo forma; y avanzando hasta el istmo de la península, se extendería aún más hacia el Oriente, quiero decir, hacia la boca del Atlántico. Quedaría esta República en posesión de las dos terceras partes del territorio disputado”.
Ibánez Gutiérrez recién respondió a la oferta de Frías a finales del mes, el 29 de cotubre, por medio de una nota en la que prácticmente iba por toda la Patagonia, pero en la que también dejaba claro que “la posesión del Estrecho de Magallanes en toda su extensión es para Chile de tanta importancia, que a ella mira vinculado no sólo su progreso y desarrollo, sino también su propia existencia como Nación independiente”.
En cuanto a la Patagonia, Ibáñez Gutiérrez indicaba con gran audacia que “animado su gobierno del sentimiento de verdadera fraternidad, proponía dividir por mitad todo el territorio de la Patagonia, que es el que se cuestiona entre las dos Repúblicas, a partir del Río Diamante que formaba el límite sur de las Provincias de Cuyo, segregadas de la Capitanía General de Chile por disposición del Gobierno español, para incorporarlas al Virreinato de Buenos Aires, y teniendo por límite occidental la cadena de los Andes, que a la vez es el oriental de Chile. Pero como esta división pudiera tener graves inconvenientes en su aplicación práctica, por ser casi completamente desconocido el interior de aquella comarca e ignorarse si existen puntos adecuados para poderla establecer, mi Gobierno convendría en que esta división quedase determinada por el paralelo que forma el grado 45 desde el Atlántico a la indicada cadena de los Andes. De este modo la República Argentina adquiriría la mayor parte de la Patagonia, y a Chile le quedaría la parte austral hasta el Cabo de Hornos. Por convenciones posteriores podrían determinarse límites naturales que se acerquen más o menos a la indicada línea divisoria”.
En pocas palabras cuestionaba la pertenencia argentina de la Patagonia, pero apuntaba a demostrar que en un gesto de buena voluntad su gobierno se conformaba con recibir el territorio ubicado al Sur del paralelo 45º Sur, el cual no era el que el gobierno chileno de 1843, año en que tomó posesión del Estrecho de Magallanes, tenía por entonces en mente.
En esa nota Frías elaboraba la línea divisoria tomando “como punto de partida de la línea divisoria en el Estrecho de Magallanes, la bahía Peckett, desde la cual correría en dirección al Oeste hasta tocar con la Cordillera de los Andes”. Frías señalaba que “de esta manera Chile tendría la propiedad de toda la península de Brunswick en que está situada la colonia de Punta Arenas, y en la que hallaría todos los elementos necesarios para su desenvolvimiento”. El representante argentino hacía notar a Ibáñez Gutiérrez que “fijando V.E. la vista en la carta del Estrecho observará que Chile posee ya más de la mitad del territorio que lo forma; y avanzando hasta el istmo de la península, se extendería aún más hacia el Oriente, quiero decir, hacia la boca del Atlántico. Quedaría esta República en posesión de las dos terceras partes del territorio disputado”.
Ibánez Gutiérrez recién respondió a la oferta de Frías a finales del mes, el 29 de cotubre, por medio de una nota en la que prácticmente iba por toda la Patagonia, pero en la que también dejaba claro que “la posesión del Estrecho de Magallanes en toda su extensión es para Chile de tanta importancia, que a ella mira vinculado no sólo su progreso y desarrollo, sino también su propia existencia como Nación independiente”.
En cuanto a la Patagonia, Ibáñez Gutiérrez indicaba con gran audacia que “animado su gobierno del sentimiento de verdadera fraternidad, proponía dividir por mitad todo el territorio de la Patagonia, que es el que se cuestiona entre las dos Repúblicas, a partir del Río Diamante que formaba el límite sur de las Provincias de Cuyo, segregadas de la Capitanía General de Chile por disposición del Gobierno español, para incorporarlas al Virreinato de Buenos Aires, y teniendo por límite occidental la cadena de los Andes, que a la vez es el oriental de Chile. Pero como esta división pudiera tener graves inconvenientes en su aplicación práctica, por ser casi completamente desconocido el interior de aquella comarca e ignorarse si existen puntos adecuados para poderla establecer, mi Gobierno convendría en que esta división quedase determinada por el paralelo que forma el grado 45 desde el Atlántico a la indicada cadena de los Andes. De este modo la República Argentina adquiriría la mayor parte de la Patagonia, y a Chile le quedaría la parte austral hasta el Cabo de Hornos. Por convenciones posteriores podrían determinarse límites naturales que se acerquen más o menos a la indicada línea divisoria”.
En pocas palabras cuestionaba la pertenencia argentina de la Patagonia, pero apuntaba a demostrar que en un gesto de buena voluntad su gobierno se conformaba con recibir el territorio ubicado al Sur del paralelo 45º Sur, el cual no era el que el gobierno chileno de 1843, año en que tomó posesión del Estrecho de Magallanes, tenía por entonces en mente.